El manejo de las emociones, las habilidades sociales y los valores, quedó rezagado

Por: Christian Ahued

Hablar de salud mental es una gran responsabilidad, considerando que existe una diversidad de enfoques, paradigmas y referencias, para aventurarse al intento de uno de los objetivos ancestralmente perseguidos por la humanidad: el entendimiento de la realidad.

La complejidad que implica la transición epidemiológica mundial en el ámbito de la salud pública, en la que pasamos de una incesante preocupación social a inicios del siglo pasado por controlar, disminuir y erradicar enfermedades transmisibles (infecciosas), y que ahora estamos viviendo un “boom” en el aumento de la incidencia de enfermedades no transmisibles como son la depresión, ansiedad y adicciones. 

En cuanto al tema de adicción, existe suficiente evidencia científica en el ámbito de las neurociencias, la psicología y las ciencias sociales, para plantear con certeza que estamos frente a un padecimiento con determinantes bio-psico-sociales.

De acuerdo al National Institute on Drug Abuse (NIDA): “La adicción es una enfermedad crónica caracterizada por la búsqueda y el uso compulsivo e incontrolable de una droga, a pesar de las consecuencias adversas”.

Nos encontramos en un escenario en el que el manejo de las emociones, las habilidades sociales, y sobre todo los valores, se han alejado (por mucho) de ser un tema de moda, o siquiera a considerar, por nuestras niñas y niños, adolescentes y jóvenes; e incluso en ocasiones, por los mismos padres de familia.Ciertamente la revolución tecnológica aunada a la globalización económica, nos ha traído un nuevo fenómeno en la dinámica social, donde la inmediatez (de la información, de los procesos, de las relaciones) es la carta de presentación de la “comunicación”, y que encaja directamente con la impulsividad del cerebro adolescente (ávido de experiencias placenteras y satisfactorias), presentándose diversos riesgos. La toma de decisiones se basa en conductas irracionales, que por ser “virales” (en el caso de las redes sociales), se aceptan como adecuadas e idóneas para “agradar” y sentirse “aceptados” en su entorno; un claro ejemplo son los retos para ver quién consume más alcohol en menor cantidad de tiempo (concurso de “shots” en los antros), sin tener muchas veces la información sobre los graves daños a la salud que esto genera, incluso la muerte.