¿Por qué sí ir a terapia e ir con la persona indicada para ayudarte?

Hace diez años viví una situación de violencia a manos de la policía estatal de Hidalgo. Como consecuencia de estos hechos, desarrollé distintas paranoias que me impedían estar en el mundo y con los demás; vivía con miedo, ansiedad y mucha angustia. 

Mis familiares, influenciados por un ‘seudopsicólogo’, recurrieron a la psiquiatría y me internaron en un asilo psiquiátrico, lo cual, personalmente, empeoró mi situación, pues ahora además de las paranoias me veía obligado y en contra de mi voluntad a tomar medicamentos que me mantenían en estado vegetativo; sin reflejos, ánimo, lívido, energía. Medicamentos que me impedían conectar con las personas, el mundo, la vida. 

Fue justo en una crisis paranoica que pedí auxilio a mi amiga y terapeuta Mónica Ortega Quiroz. Mediante su enfoque terapéutico y su acompañamiento existencial, fue dándole voz y nombre a mis angustias a través de charlas y cuestionamientos que me permitían vislumbrar el origen de mis miedos y tristezas. 

Me sentí escuchado y comprendido, ya no objetivizado y analizado como en el asilo. Mi opinión respecto a mis experiencias era abordada con respeto, legitimidad y no como alucinación. Se me trató como persona y no como enfermo. Ese trato me hizo sentir dignidad, sentirme a la altura del resto del mundo. 

La terapia existencial ha sido un proceso gradual y paciente con mis tiempos, puesto que no busca resultados ipso factos como los medicamentos violentos con la psique o el self.

Con el tiempo, y la confirmación de mi percepción he ido sanando aquello que me duele a la par de que he tenido un libre desarrollo de mi personalidad; no estoy siendo controlado por instrumentos de coerción en mi comportamiento como psiquiatras, guardias, medicamentos y rutinas. 

Poco a poco, los ciclos de sueño y descanso van reemplazando los estados de atención e insomnio. Poco a poco he vuelto a conectar con las demás personas, con el entorno. Es curioso como una relación (terapéutica) influye en tus demás relaciones. Poco a poco he ido reconociendo mis miedos y su origen, y la ansiedad que antes me desbordaba, ahora es reconocida y trabajada. 

Al día de hoy soy una persona independiente y funcional. Trabajo, estudio, tengo una carrera, pago renta y servicios, interactúo con mi entorno, tengo proyectos y me siento capaz de lograrlos. 

Si no hubiera sido por Moni y la terapia existencial, seguramente seguirían llevándome al asilo para consulta externa, sedado, dependiente de mi familia y medicamentos, sin sueños ni aspiraciones, quietecito en mi cuarto. Triste, muy triste, y solo. 

Me he dado cuenta de que la terapia no siempre es cómoda. Que las verdades o realidades, muchas veces duelen, pero que al reconocerlas entonces puedo hacer cambios en mi perspectiva y persona. 

Sócrates decía: ‘Conócete a ti mismo’, y la terapia existencial de la mano de la exploración fenomenológica me han permitido conocerme de una manera sorprendente, pues reconozco que al paso de mi vida he tenido muchas crisis existenciales sin resolver, sin trabajar, y por ir acarreado al paso del camino. Debido a que me tuve que hacer cargo de