Adriana Carlos, terapeuta .
¿Habías considerado que muchos de los comportamientos, pensamientos y hasta creencias que posees son transmitidas por tu familia? Así es, desde pequeños nos inculcan formas de pensar y actuar desde el ejemplo, o por imposición, de acuerdo a lo que en nuestra familia cree correcto y característico del clan.
Lo que aprendemos de nuestros padres, y ellos aprendieron ellos de sus padres, éstos de sus antecesores, y así sucesivamente, pocas ocasiones lo pondremos en duda, ya sea por amor o por el desconocimiento para hacer las cosas de otro modo.
La información con la que crecemos marca una pauta en todos los ámbitos de nuestra vida: la pareja, el trabajo, los hijos, el cuidado de nuestro cuerpo.
Ejemplo 1: Si yo veo que papá grita o me golpea cuando yo me expresó a través del llanto, poco a poco entiendo que esa expresión emocional está prohibida, y habrá consecuencias físicas al mostrarlas. Entonces aprendo que llorar no es bueno, que es una señal de debilidad, y cuando sea adulto me será difícil poder conectar con mis emociones; seguro lo manifestaré de otra forma.
Quizá yo no lo vea como algo malo, pero será una conducta que quiera replicar con otros. Si veo amigos o hijos que lloran, probablemente descalificaré su emoción, y les diré que deben aguantarse y ser fuertes. Hay quienes pasan así toda su vida: naturalizando conductas, sin darse cuenta del daño que sus heridas hacen en su entorno.
En nuestra vida habrá comportamientos que no serán conscientes, y simplemente los repetimos de forma automática, sin habernos tomado el tiempo de considerar si estamos de acuerdo con ellas, si nos representan o si nos gustan.
En terapias alternativas, como constelaciones familiares, a toda la réplica de comportamientos se le conoce como lealtad familiar o lealtad invisible; en terapia psicológica, se conocerá como repetición de patrones de conducta o trauma transgeneracional, lo que repetimos sin cuestionar nada.
Será hasta que decidamos iniciar un proceso de autoconocimiento y sanación en el que pondremos en duda esas acciones, o hasta que nos toque enfrentar una experiencia que nos incomode, para voltear a ver toda esta herencia emocional, energética, biológica y espiritual.
Hoy en día, la revolución de la consciencia nos ha llevado a cuestionarnos conductas, enseñanzas de nuestras figuras parentales y a preguntarnos si lo que hacemos nos proporciona felicidad, crecimiento y plenitud.
Las generaciones anteriores no tuvieron la oportunidad de ver por su salud mental, emocional, física y espiritual porque no había esta ola de conocimiento, por el contrario, pocos privilegiados hacían caso a sus necesidades. A la fecha, sin importar la edad, podemos tener un dialogo interno sincero con nosotros mismos, preguntándonos: ¿soy feliz haciendo esto?
Es cuando gracias al nuevo conocimiento, podremos ser compasivos con nuestro árbol familiar, aceptar la historia y las vivencias, sin tener que repetir, sino conectar con las energías de ellos para mirar la vida.